Domingo Passolini

Volver

Religioso (1837)

Este fraile posee el mérito de haber sido el primero de su nacionalidad en morar en el territorio austral por un tiempo prolongado. Es oriundo de Cessena, Romaña, viene a Chile en 1837. Forma parte del contingente de franciscanos peninsulares, que permanecen realizando tareas evangelizadoras, entre 1844 y 1878, en la isla de Chiloé. Passolini es uno de los primeros en arribar hasta el territorio. Posee el mérito de ser el primer capellán de la Misión de San Miguel Arcángel, tal es así que, el 18 de septiembre de 1847, celebra el primer Te Deum en el Fuerte Bulnes. Actúa como pastor, maestro, constructor y expedicionario durante muchos años, además de evangelizador de los naturales del territorio.

Fuente: Carlos A. Díaz Gallardo. Italianos en Chile. Historia de una Inmigración

Casi dos siglos después, otro religioso italiano, fray Domingo Passolini, dejaría memoria de su fecunda y prolongada presencia en la etapa inicial de la ocupación nacional del estrecho de Magallanes, entre 1844 y 1850. Fue, con entera propiedad, el primero de su nacionalidad que residió en el territorio austral por un lapso prolongado. Passolini, natural de Cessena, Romaña, había llegado a Chile en 1837 integrando el contingente de franciscanos italianos enviado por la Congregación de Propaganda Fide a petición del gobierno del Presidente Prieto para atender las misiones indígenas. Así, entonces, habiéndose dado inicio en 1843 al asentamiento chileno en la Patagonia, el religioso expresó su interés por servir en el remoto territorio, a lo que accedió la superioridad religiosa designándosele para el efecto como Misionero General de las tierras magallánicas y de las tribus patagónicas pertenecientes a la República de Chile

Fuente: Mateo Martinic B., Presencia e inmigración italiana en Magallanes, en Estrada, Baldomero. (Editor) Presencia italiana en Chile. Valparaíso: Eds. Universitarias de Valparaíso, 1993.

Un cristiano ejemplar en Fuerte Bulnes
La determinación de erigir fuerte Bulnes en la cima de la punta Santa Ana fue sin duda analizada desde un punto de vista militar. Por cierto, el lugar reunía las condiciones para servir de atalaya y como posición de defensa, porque permitía ver a lo lejos y daba tiempo para reunir las tropas y preparar una eventual defensa ante un posible ataque. Sin embargo, andando el tiempo, el sector demostró ser del todo inadecuado para iniciar una colonización. El lugar elegido tenía un sustrato rocoso, no tenía pastura para el ganado, el agua para bebida estaba a mucha distancia y, además, por la altura en que quedaba ubicado, estaba a merced de los vientos despiadados que son pan de cada día en la Patagonia. Tanto los gobernadores Pedro Silva como Justo de la Rivera estaban conscientes que, si Chile quería crecer y prosperar, era necesario mudarse de allí, pero no fueron lo suficientemente insistentes ante el gobierno para que se pasara a la acción. Por ello la existencia en Fuerte Bulnes fue una permanente mortificación para sus habitantes y el progreso era casi imposible. Esta fue la situación que encontró el nuevo gobernador José de los Santos Mardones a su arribo en abril de 1847, quien tuvo un inestimable colaborador, el sacerdote franciscano Domingo Pasolini.
El sacerdote Domingo Pasolini fue, sin duda, un apóstol de la fe en Fuerte Bulnes y sus cualidades cristianas no pasaron inadvertidas para nadie en el fuerte. Dondequiera que hubiese un dolor, una necesidad, un alma sufriente, allí estuvo presente. Nació el 28 de agosto de 1807 en Cesena, Italia, hijo de José y Dominga, buenos y respetables católicos, fue bautizado con el nombre de Agustín, pero más tarde él agregó a su nombre el de Domingo, en recuerdo de su amada madre. Arribó a Chile en el año 1837, formando parte de un grupo de religiosos de su misma nacionalidad que se afincaron en Chile invitados por el gobierno de José Joaquín Prieto para misionar entre los indígenas. Nunca hizo distinción entre colonos o aborígenes ya que a todos llevaba su palabra de aliento y su auxilio por igual. Pero no sólo se limitaba a las oraciones y a la atención del mundo espiritual, sino también a este mundo terreno, ya que pasaba de las buenas intenciones a los hechos y no tenía ningún reparo en arremangarse la sotana para trabajar en lo que fuese menester sin desmayo y codo a codo, muchas veces superando en ahínco y entusiasmo a los habitantes del fuerte. En las faenas más duras, cuando otros flaqueaban, este cura franciscano se mantenía siempre animoso, lleno de fe y alentando a los demás. ¿Cómo apareció en Magallanes? Fue el intendente de Chiloé, Domingo Espiñeira, quien solicitó un capellán para la naciente colonia establecida en la Punta Santa Ana. La superioridad religiosa dispuso para ello que fuese el sacerdote Pasolini quien viajase a la Patagonia, ya que, amén de su espíritu de servicio, reunía todas las condiciones, ya que incluso había manifestado anteriormente su deseo de servir en estas soledades. Así fue como arribó a estas costas el 8 de febrero de 1844 en la goleta Voladora, según Armando Braun Menéndez. Su caridad cristiana llegó a ser tan evidente que en el oficio 112 dirigido al intendente de Chiloé, fechado el 14 de mayo de 1845 el gobernador y máxima autoridad de Fuerte Bulnes Justo de la Rivera no se cansa de ensalzar las virtudes cristianas de Pasolini. Mi deber me prescribe poner en conocimiento de S.S. cuanto estime de justicia y tenga relación con el establecimiento que el Supremo Gobierno me ha hecho el honor de confiar a mi dirección. El objeto de esta nota es el digno sacerdote fray Domingo Pasolini. El completo lleno de su deberes en cuanto ha sido compatible con las circunstancias de la colonia, su caridad verdaderamente ejemplar para socorrer y atender a los naturales que en algunas épocas han llegado al Fuerte Bulnes, su afanado anhelo por ser útil al trabajo y progreso de este lugar, su desprendimiento eminentemente evangélico para auxiliar en general a todas las familias que forman esta población y en fin ese conjunto que une un corazón sensible a la moral y a la consoladora religión ha sido su norte. Destaca el gobernador que en dos ocasiones el fraile utilizó la mayor parte de su sueldo para adquirir en los buques de paso por Fuerte Bulnes artículos destinados a favorecer a las mujeres, niños, a la tropa y a los colonos sin distinción. Nada de lo adquirido era para sí, no se reservó nunca cosa alguna y sin más interés que sus valores cristianos todo lo repartía entre los necesitados. Por supuesto, un alma con estas prendas se merecía este sencillo homenaje y reconocimiento que le tributa a través de este oficio el gobernador de esta apartada y sufrida colonia que intentaba por todos los medios arraigar en estos suelos. Pero no sólo fue un valioso colaborador de Justo de la Rivera sino también del gobernador Mardones porque posteriormente le tocó colaborar en el traslado a Punta Arenas. En sus reconocimientos de terreno hacia el norte, relata Mardones en oficio Nº 43 del 9 de julio de 1847 que el padre Pasolini le ofreció voluntariamente sus servicios para explorar las montañas hasta Puerto Carrera. Bajo su dirección trabajaron 24 hombres y el 5 de junio se pudo pasar el ganado a Puerto Carrera a buenos pastos, buenos corrales abrigados y puede decirse que por buen camino. Destaca Mardones que este gran servicio prestado a la colonia, la rapidez con que se hizo, trabajando incluso bajo la lluvia, sólo pudo hacerlo este franciscano, cuyos hombres ha hecho más fuerte la palabra y el ejemplo de este activo y virtuoso sacerdote. Por ello cree el gobernante que es su deber poner en noticia al ministro del Interior para que este, a su vez, haga saber al Presidente de la República estos meritorios rasgos del capellán Pasolini. Reiteramos, pues, que Pasolini se desempeñó en forma ejemplar no sólo en el ejercicio de su ministerio y en el auxilio de la población, sino que además fue un permanente colaborador de la colonia en toda obra de adelanto, lo que lo ubica como un protagonista destacado en estos primeros tiempos de presencia nacional en la Patagonia. Este sacerdote permaneció en la colonia de Punta Arenas hasta 1850, año en que se trasladó a Valparaíso. En sus últimos años, sirvió en los conventos de la Alameda y Cauquenes. Su muerte se produjo en el convento de Talca en 1892, donde entregó su alma a quien se la dio en medio del general respeto y cariño de sus hermanos de congregación. Hay consenso que sus misiones más importantes fueron haberse desempeñado como guardián del Colegio de Castro y, principalmente, por haber sido el primer misionero en Magallanes.

Fuente: Nelson Toledo. “Un cristiano ejemplar en Fuerte Bulnes”. En: El Magallanes, domingo 20 de diciembre de 2015, págs. 10-11. www.laprensaaustral.cl
Consultado el 9 de Mayo de 2023.