El año 1876, los datos censales estiman que la colectividad italiana residente en Iquique se transforma en la tercera población
extranjera más numerosa, después de chilenos y bolivianos, y en la primera comunidad de europeos. Este alto número de inmigrantes
de origen italiano, determina el nombramiento de un Real Agente Consular, cargo que ejerce con notable diligencia un destacado
integrante de la colonia, Ugo Rossi.
De igual forma, ejerce un papel sobresaliente, el Cónsul de la colonia italiana en la ciudad Ugo Rossi, quien ante la huida
de las tropas peruanas comandadas por el general Juan Buendía, debe ejercer el liderazgo civil, asumiendo –con el apoyo de
los demás representantes extranjeros–, como autoridad máxima y, para evitar incendios y saqueos, comisiona a los bomberos de la
Ausonia para que patrullen las calles del puerto.
El 23 de noviembre de 1879, Rossi y los demás dirigentes de las comunidades foráneas, acuerdan comunicar a los mandos
militares chilenos, que el ejército peruano ha abandonado la ciudad. Dos días después, Patricio Lynch, a la sazón, jefe
político de la provincia de Tarapacá, designa al Real Agente Consular de Italia, Ugo Rossi, como Inspector de Policía y
Mercado de la primera Municipalidad chilena de la ciudad de Iquique.
Ugo Rossi. Real Agente Consular de Italia.
Memorándum de Entrega de Iquique.
MEMORÁNDUM DEL CUERPO CONSULAR DE IQUIQUE SOBRE LA ENTREGA DE LA CIUDAD.
En la ciudad de Iquique, capital del departamento de Tarapacá, en la República del Perú, a los veintidós días del mes de noviembre de
mil ochocientos setenta y nueve, a solicitud del señor comandante general de la plaza, coronel don Miguel J. de los Ríos, los señores
cónsules de Alemania, Austria, Estados Unidos, Ecuador, la República Argentina y vicecónsules de Francia, Italia e Inglaterra, se
reunieron.
El comandante general manifestó, que debiendo evacuar esta plaza por orden superior, no podía dejar la fuerza indispensable para
mantener el orden y garantizar las vidas y propiedades de los neutrales que aún quedaban en ella; que, por consiguiente, suplicó a los
señores cónsules que, en protección de los intereses de sus nacionales, tomaran las medidas que creyeren necesarias para la seguridad
de ellas, pues existían algunos criminales y otros detenidos por delitos comunes que debían ser custodiados.
Indicó que los prisioneros chilenos, tomados en el combate de la Esmeralda, quedaban en completa libertad por el hecho de evacuarse la
plaza.
Hizo presente que habiéndose trasladado el hospital militar de Molle a este puerto, y no habiendo autoridad alguna que atendiera a su
cuidado, encarecía al Cuerpo Consular ejerciera ese acto filantrópico, salvando de la muerte a los infelices que allí se encontraban.
Que, con el objeto de aplicarse al uso del referido hospital y repartir entre los prisioneros, dejaba una cantidad de zapatos y víveres,
que serían oportunamente entregados, así como también una suma de dinero, cuyo monto no indicó.
Habiendo sido convocadas a esta junta las autoridades civiles, se hizo constar que ninguna de ellas había asistido, excepto el señor
capitán del puerto, don Antonio C. de la Guerra, y que casi todas habían hecho abandono de sus puestos.
Después de algunas otras ligeras indicaciones, se retiró el señor comandante general, habiéndose convenido entre los señores cónsules
presentes formar en el acto un cuerpo de Guardias de Propiedad, sirviendo de base las compañías de bomberos, el cual tomaría la custodia
de los presos, en lugar de la fuerza que los guardaba, y haría patrullas en la población durante la noche para evitar los desórdenes que
pudieran ocurrir después de la salida de las tropas.
Algunos de los señores presentes hicieron palpable la imposibilidad de garantizar la vida de los prisioneros chilenos al dejarlos en
libertad, y después de una detenida discusión, se acordó nombrar una comisión, compuesta de los señores: agente consular de Italia,
cónsul alemán, cónsul americano y vicecónsul inglés, los cuales, después de evacuada la población, harían presente al comandante de las
fuerzas bloqueadoras la inconveniencia de que permanecieran en la población los prisioneros y que adoptara las medidas convenientes al
respecto, con lo que se concluyó esta acta, y firmaron los presentes.
J. W. MERRIAN, cónsul de los Estados Unidos y Decano del Cuerpo Consular.- Dr. Hugo Rossi, agente consular italiano.- Jewell, vicecónsul
británico.- M. F. Aguirre, cónsul del Ecuador y encargado del consulado argentino.- J. Corssen, cónsul de Alemania.- H. J. Schmidt,
cónsul de Austria y Hungría.- Ed. de Lapeyrouse, vicecónsul de Francia.