Luis Onetto.

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Comerciante (1900)

En el poblado Cerro Barón, calle San Francisco número 24, tenemos en funciones el Almacén Record de Chile que cuenta con un hermoso surtido de abarrotes, frutos del país, aceites finos, loza, porcelana, cristalería, tienda y paquetería.
Pertenece este bien surtido negocio al señor Luis Oneto, comerciante que desde el año 1903, fecha de su fundación, esta a su frente procurando satisfacer en todo momento los pedidos de su numerosa clientela.
El señor Oneto es natural de Rapallo; llegó a Chile en 1900 y cuenta en la actualidad con un capital de cuarenta mil pesos.

Fuente: Pellegrini C., Amadeo y Aprile J.C. El censo comercial industrial de la colonia italiana en Chile. Resumen general de las actividades de la colonia. Santiago, Imprenta de la Colonia, 1926, pág. 490.

Los Onetto

María Onetto nació un día 19 de Agosto de 1928 en el Cerro Barón. Hija de inmigrantes genoveses que instalaron en Valparaíso parte importante del comercio local, heredó el conocimiento de la administración de los negocios. Estos fueron impulsados por su padre y luego por ella y su marido, desde un almacén bodeguero hasta visitadas fuentes de soda, una de las cuales subsiste hasta hoy: el Café Oriente de la calle Uruguay. María considera que su patrimonio está indisolublemente asociado a ellos, en recuerdos, experiencia y vida cotidiana.
Mi papá llegó a los 16 años a trabajar a Chile, como empleado del almacén Record de Chile. Después el dueño -que era soltero- quedó ciego y se fue por eso a Italia, dejando a mi papá a cargo de todas las casas. El dueño nunca quiso vender y ahí mi papá se quedó 50 años. Sólo volvió a Italia para casarse, se trajo a mi mamá y siguió en el negocio.
Yo trabajé desde los 12 años junto a mi padre en el almacén Record de Chile. Quedaba en el Cerro Barón, en toda la esquina de Blanco Viel con Castro. Era un almacén donde también teníamos telas, como paquetería ¡De todo! Yo me acuerdo porque me encantaba el negocio. ¡Si yo era chiquitita! Llegaba del colegio a sacarme el uniforme y partía a trabajar. Para la Pascua y Año Nuevo las dos con mi hermana nos poníamos a vender cuetes ¡Pero no sabe la cantidad de cuetes que vendíamos!
Trabajábamos en familia. Aldito, no me acuerdo el apellido, estuvo 16 años con nosotros. Cuando yo cumplí un año, llegó él. Era primo de mi esposo y nunca me habló de los Gardella que estaban en Playa Ancha. Nada, nada... y después casarme yo con un Gardella... Contraje matrimonio a los 17 años con Orlando Gardella Solari. El había nacido aquí en Chile, pero estuvo 11 años en Italia. Se fue de siete años y regresó de 18. Se quiso venir, no pudo estar más allá porque se iba a declarar la guerra. Llegó a Playa Ancha a vivir.
Una vez mi marido me mandó una cabra del sur ¡Una cabra! Y mi papá que era muy estricto decía:- ¡Yo no quiero una cabra aquí en la casa! Nosotros teníamos una terracita. Ahí yo dejaba la cabra y todas las mañanas me iba caminado con la cabra por Castro, llegaba arriba donde las señoras que plantaban cosas que traían aquí al mercado. Allá llevaba la cabra y se la encargaba a una señora que la amarraba a un arbolito. Y en la tarde iba a buscarla. Me venía con todos los chiquillos atrás. Llegaba a la casa y ahí la dejaba. Al día siguiente era lo mismo, vuelta a llevarla y traerla.
Siempre estuve metida en los negocios, ayudando a mi marido. El primer negocio que tuvimos después de casados fue El Palermo. Quedaba en el pasaje Quillota y estuvimos 8 años ahí. Nos fuimos después al Oriente, al lado del antiguo cine Metro –hoy cine Hoyts. Yo lloré, lloré tanto por haber dejado El Palermo y habernos metido en el Oriente; tuvimos que trabajar mucho para arreglarlo. Era un negocio que llegaba casi a Chacabuco; con mi marido y mi hermano René compramos toda la propiedad. Ahí estuvimos dieciséis años en total trabajando muy duro. Me iba al negocio desde la 9 de la mañana hasta las 11 de la noche. Mi marido dormía, porque puso un salón de baile; entonces llegaba a las 12 del día a trabajar y se quedaba hasta las 5 de la mañana. En el salón de baile teníamos una vitrola que pasaba todo el día tocando.
El Oriente después se quemó, se incendió el año 1972. Me acuerdo que me habían convidado al Cerro Alegre a tomar once cuando veo una llamarada y dije yo:- ¡Es el Oriente! - ¿Sabe por qué? Porque había luces de otro color, porque a la entrada del teatro Metro había luces de otro color.
Mi hermana fue una de las primeras alumnas en entrar a la Scuola Italiana. Cuando la Scuola se cambió a Pedro Montt ella no pudo seguir y mi mamá la puso en el Liceo 1; después la llevaron a las Monjas de la Misericordia en el Cerro Alegre. En la Scuola nos hacían cantar canciones de Mussolini. Eso uno lo tiene adentro, esas cosas que no deberían ser así. Si estábamos en Chile deberían habernos enseñado cosas de acá. Yo me siento chilena, completamente.
Lo más lindo de Valparaíso son los cerros. En la noche se ven puras luces. Se parece mucho a Génova. Si mi marido decía siempre que Valparaíso se parece mucho a Génova.
Creo que no se han dedicado mucho a Valparaíso, está muy abandonado. Han empezado a preocuparse, pero no encuentro que mucho, porque Valparaíso merece algo más.
- ¿Cómo se imagina usted que podríamos proteger y conservar el patrimonio de Valparaíso?
- Conversando.

Extractado del libro Este es mi Patrimonio, Valparaíso que editó la Editorial de la Universidad de Valparaíso en el contexto del Programa Puerto Cultura de CORFO, Diciembre de 2006.

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