Es la institución más representativa de la comunidad italiana del puerto y, al mismo tiempo, le concede identidad, cohesión y
espíritu de cuerpo. Por otro lado, brinda un valioso servicio a la comunidad receptora y, a los propios connacionales –en su mayoría
medianos y pequeños propietarios de bienes raices– ante la contingencia de un siniestro con funestas consecuencias. Finalmente, cabe
destacar que esta institución al ser no remunerada
, crea ante la ciudadanía y en su interior, una ética en torno al servicio
propia y única.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, el puerto principal principia a sufrir grandes siniestros que destruyen numerosas edificaciones de
madera. En el plano y, especialmente, en los cerros donde habita la mayoría de la población –ricos y pobres–; las calles son estrechas,
con continuas subidas y bajadas e interminables viricuetos y, el agua es de difílcil acceso y, por ende, escasa porque es transportada
hasta los hogares por los aguadores
a lomo de burro. Por tanto, el combate a las llamas en estos sectores es muy problemático, tanto
en los barrios más pudientes con casas de madera finas y elaboradas, como en aquellos ocupados por los pobres, donde se levanta el
rancho
miserable utilizando el coligue
que crece en las numerosas quebradas. En estas ocasiones, no existe escapatoria cuando se
declara un incendio que es avivado por el fuerte viento. Este es el escenario en el que las voraces llamas destruyen barrios porteños
enteros.
El primer desastre causado por un violento incendio del que se tiene registro fidedigno, ocurre en 1843. Las llamas hacen desaparecer
casi todo el llamado barrio puerto –el plano existente por aquella época–; una docena de edificios y 3.000 bultos depositados en la
Aduana son presas del fuego, pese a que intervienen muchas tripulaciones de los barcos surtos en la bahía. Este desastre insta que en
1850, la población liderada por el Intendente provincial, José Santos Melo y los más caracterizados dirigentes de las colonias
residentes, destacando el italiano Edmundo Sartori, formen la Asociación de Bomberos
que llega a tener alrededor de trescientos
voluntarios, divididos en tres compañías.
Algunos años después, se hace realidad una aspiración surgida al interior de la Sociedad de Socorros Mutuos Unión Italiana, en el
sentido de formar una entidad de bomberos voluntarios italianos. Los esclarecidos promotores de esta iniciativa son Emilio Longhi,
José Rondanelli –uno de los primeros capitanes que tiene la institución–, Agustín Solari y el farmacéutico y comerciante
Pedro Sepp –dirigente y fundador de la Beneficienza y de la Unión Italiana y primer director de la compañía– quienes visitan a
cada uno de los más representativos integrantes de la colectividad para difundir y captar adherentes.
El 23 de enero de 1858, se reúnen sesenta interesados en impulsar la creación de una compañía de bomberos. Se distinguen por su
compromiso y ocupan un sitial de honor, entre los fundadores Enrique Curti, Ambrosio Chiarella, Ángel Guarello,
Vicente Olivieri –reconocido dirigentes de la Beneficienza y de la Sociedad–, Esteban Puccio, Ángel Minetti,
Enrique Gaggero, Agustín Rossi, Juan Merlino, Giocondo Favero, José Malfatti, Nicolás Delpino,
Juan Cambiaso, Antonio Costa, José Portaluppi –tiene el grado de Teniente Cuarto–, Pedro Billa –que ejerce
de secretario-tesorero, durante los primeros años–, Enrique Vigo –que se desempeña como ayudante–; el médico César Adami y
Germán Tenderini, sólo por citar algunos. Asimismo, colabora con la institución Jorge Carletti –antiguo funcionario
policial de Génova– que redacta los Estatutos de la sesta y que ocupa después el cargo de delegado consular en el puerto.
El primer voluntario elegido miembro honorario
es Juan Bautista Billa. También, se destaca el empresario naviero y comerciante
Pedro Alessandri Terzi que, paralelamente, cumple labores como Cónsul del Reino de Cerdeña en el puerto.
Rápidamente y con erogaciones de voluntarios y amigos la bomba italiana
logran adquirir en los Estados Unidos cuatro flamantes carros,
presentados a la comunidad durante el ejercicio efectuado el 20 de junio de 1858, ocasión en que los espectadores los premian con
calurosos aplausos por la preparación y disciplina exhidos y que los ubica entre las mejores compañías de Valparaíso.
El bautismo para la Sesta, ocurre con ocasión del siniestro declarado el 15 de noviembre de 1858 –aún no cumplen un año en funcionamiento
– fecha en que colaboran en la extinción de un incendio.
En 1862, el presidente José Joaquín Pérez de visita en el puerto, revista el cuerpo de bomberos local y dirige elogiosos comentarios a
las instituciones de voluntarios extranjeros, destacando a la Sesta.
Un suceso trascendente que marca a la comunidad porteña, acaece con la visita de José Garibaldi en abril de 1863, cuya embarcación
recala en la bahía de Talcahuano para recargar sus bodegas de carbón. En su viaje hacia el norte –se encuentra exiliado en Estados Unidos
–, desembarca en el puerto principal, lugar en que recibe múltiples nuestras de afecto. Las damas de la colonia le hacen entrega de una
bandera italiana bellamente bordada, en tanto, los sestinos
logran que el héroe de dos mundos
les autografie una nota que es
guardada como una verdadera reliquia en dependencias del cuartel.
El primer mártir de la compañía es el voluntario Antonio Gotelli que, el 3 de abril de 1862, resulta víctima del esfuerzo
desplegado durante la extinción de un siniestro ocurrido en la antigua calle San Juan de Dios –hoy Condell–. Este voluntario que figura
en la nómina de los fundadores, fallece tres días después, aquejado por una bronconeumonía.
En el marco de las festividades patrias de 1863, se efectúa una gran parada militar en el parque Cousiño –hoy parque O'Higgins– a este
evento es invitada a presentarse la 6ta. Compañía. Meritoria distinción porque es la única agrupación bomberil formada por extranjeros
distinguida con este honor. Y debido a que el estado chileno no ha reconocido al Reino de Italia, los bomberos desfilan en señal tácita
de protesta (...) con el tricolor enfundado en vaina de cuero
. Y al parecer este acto surte efecto, pues a fines de este año, Chile y
la monarquía italiana establecen relaciones diplomáticas.
Una de las pruebas más cruciales que deben enfrentar, ocurre a propósito del bombardeo del puerto a manos de la flota española,
verificado el sábado 31 de marzo de 1866, a modo de represaria por la resuelta actitud de las autoridades nacionales de brindar apoyo a
la hermana república del Perú, durante el conflicto con España. La flota hispana en operaciones en el Pacífico, notifica a las
autoridades que prepara la artillería para descargarla en contra de algunos objetivos, entre ellos, destacan los Almacenes Aduana,
cuarteles y algunos barrios como el del Cerro Barón, sitio preferido por los inmigrantes italianos para fijar su morada. El cuerpo de
bomberos del puerto, sobresaliendo los sestinos
deben redoblar esfuerzos para apagar los distintos focos que se declaran por el
impacto de las bombas. Las dificultades para conseguir y transportar agua hasta los lugares amagados son enormes, porque operan con
carros movilizados a mano
por empinadas quebradas. Ante esta grave emergencia, los voluntarios porteños son auxiliados por sus colegas
santiaguinos, movilizados en la víspera -por ferrocarril- y que llegan en buen número y dotados de los materiales suficientes.
Importante actuación cumple el voluntario italiano de los registros de la Primera Compañía de Santiago, Pedro Tomola que después
de haber laborado en las emergencias declaradas, enferma de neumonía, falleciendo en la capital. Tiene 35 años de edad.
Hacia 1870, como corolario de la importancia que adquiere el puerto principal en torno a movimiento mercantil y financiero y el
importante crecimiento que está experimentando la colectividad residente en esta plaza -es la puerta de entrada al país-, se decide
trasladar allí el Consulado General.
Un incendio de proporciones se declara en la madrugada del 16 de Febrero de 1876, en la fábrica y depósito de coches Steinmeyer, situado
en las calles Victoria esquina Merced. Sólo a las 6 de la mañana los sestinos
auxiliados por las compañías de hachas, ganchos y
escalas, logran extinguir las llamas.
En el contexto de la celebración de las fiestas patrias de 1877 y, cómo un modo de agradecer el aporte de la colonia italiana, el
Intendente dispone inaugurar un monumento a Cristóbal Colón. La 6ta. Compañía, por encargo de la autoridad, dispone una guardia de honor
y un orador para pronunciar el dircurso alusivo a la ocasión. La tarea la asume Benedicto Falcone.
Un año después -26 de septiembre de 1878-, se declara un desastroso siniestro que ataca el Teatro Victoria. Acuden los bomberos
peninsulares que cuentan con la ayuda de la 3ra. Compañía de hachas, ganchos y escalas. Sólo después de varias horas de combate en
contra del fuego, alrededor de las 23 horas, logran dominar las llamas.
Al estallar el conflicto armado en 1879, entre Chile, Perú y Bolivia; las autoridades porteñas encomiendan al cuerpo de bomberos,
suplir algunas funciones propias de las fuerzas policiales. Entre las organizaciones seleccionadas está la Cristóforo Colombo,
cuyos integrantes bajo la dirección de Settimio Rondanelli, cumplen esta tarea con absoluta imparcialidad y ponderación, no
exenta de sacrificios y desvelos. Especial atención tuvo con los descendientes itálicos que partieron al Perú en esa conflagración
. En
términos generales, los súbditos italianos avecindados en el país, observan las más absoluta neutralidad ante la guerra, en cuyos
territorios, las comunidades peninsulares son importantes. Por ende, desde el comienzo de las hostilidades les preocupa la suerte de sus
paisanos establecidos en las comarcas donde se desarrollan las acciones bélicas.
El 28 de julio de 1881, un voraz incendio devasta el edificio del Consulado del Reino de Italia en Valparaíso. La emergencia es atendida
por la Sesta
, cuyos bomberos salvan parte de la construcción y un conjunto importante de documentación existente en la sede
diplomática. La labor desplegada es reconocida por la autoridad real, al extremo que otorga medallas de plata al capitán Luis
Sanguinetti y a los voluntarios Fernando Raffo, Carlo Liverlara y Ricardo Ginocchio.
Otra emergencia acontece el 25 de septiembre de 1881, al declararse un siniestro en el cerro Cordillera. Durante las faenas orientada a
la extinción del fuego fallece el voluntario Vicente Forno. Y una nueva emergencia acaece el 14 de noviembre. La alarma indica
que se ha declarado un voraz incendio en los Almacenes Fiscales –cuya construcción se inicia a mediados del siglo XIX–, destruyendo sus
instalaciones.
Uno de los sucesos que más impacto provoca es la muerte de José Garibaldi, ocurrida el 2 de junio de 1882, en la isla de Caprera.
A poco de conocerse la noticia se cancela la celebración del Día del Estatuto – 4 de junio – para iniciar un conjunto de ceremonias en
recuerdo del constructor de la unificación. En el marco de éstas, ocurre un suceso absolutamente inusual, puesto que todos los locales
comerciales –despachos
, almacenes de abarrotes o menestras
–, en manos de italianos cierran sus puertas durante dos días con el
letrero de Lutto Nazionale per la morte di Garibaldi. Como parte de los homenajes la Sociedad de Socorros Mutuos Unión
Italiana y la Sociedad Musical Italiana, efectúan una velada fúnebre en el Teatro Nacional. Más tarde, se realiza un desfile
por la calle Victoria, encabezado por el pabellón italiano portado por el bombero Juan Ciuffardi, escoltado por los voluntarios
Agustín Solari y Juan Ricci. Finalmente, la marcha concluye con celebración de un oficio religioso en la Iglesia del
Espíritu Santo, especialmente, decorada para la ocasión por el empresario teatral Juan Ansaldo. En estos actos participa el
grueso de la numerosa colonia italiana, acompañados por la solidaridad de cientos de chilenos.
Dos años más tarde, vale decir, en 1884, la Compañía de Bomberos Cristoforo Colombo recibe de parte del Directorio General del Cuerpo de
Bomberos, su nuevo cuartel situado en el Parque Municipal orientado hacia la calle Freire. Además, la colectividad –haciendo patente su
reconocimiento por los servicios prestados por la sesta
–, hace entrega de los aportes que permiten a la institución adquirir en los
Estados Unidos de Norteamérica, una moderna bomba a vapor que presta servicios durante dos décadas.
En octubre de 1886, el puerto de Buenos Aires, padece un fiero brote de cólera. Meses después, ésta llega hasta los muelles de
Valparaíso. Frente a la emergencia el cuerpo de bomberos, interviene para combatir la epidemia. Destacan los súbditos peninsulares que
fundan la Ambulancia Italiana de la Cruz Blanca, entidad en que colaboran entre otros el Director de la sesta
Agustín Solari,
el farmaceútico Pedro Castagnola, el médico José Trucco y los voluntarios Nicolás Sanguinetti, Antonio
Cambiaso, Pelegrino Cariola, Francisco Capurro y otros más. La actuación de todos estos personajes, merece el
reconocimiento de las autoridades chilenas e italianas y la gratitud de los habitantes del puerto.
A consecuencia de la derrota y el retiro de las fuerzas gobiernistas en Concón y Placilla, el orden público de la ciudad se altera
gravemente y la responsabilidad de mantenerlo recae en los bomberos voluntarios y, en especial, son los sestinos
quienes deben lidiar
con los saqueos e incendios provocados durante el 28 de agosto de 1891, pues al caer la noche, hordas de lumpen y soldados desertores se
dedican al pillaje más desenfrenado. El principal objetivo de la rapiña son los despachos de menestras
, en su gran mayoría, propiedad
de súbditos italianos. No menos de 15 son los incendios intencionales, controlados durante aquella noche y las primeras horas de la
madrugada. A todas las emergencias deben concurrir presurosos las compañías de bomberos, utilizando para su defensa armas de fuego.
Actuando en estas condiciones acuden al siniestro declarado en las bodegas de la firma de Cariola Hnos., lugar en que deben
repeler a los saqueadores y extinguir las llamas. Y apenas concluyen, se trasladan a las dependencias de la tienda La Joven Porteña para
dominar otro fuego y, nuevamente, vuelven a actuar en otro incendio producido en el hogar de Romualdo Carvajal, cuya vivienda es presa
de las llamas, mientras es asaltada por una horda y un grupo de soldados fugitivos. En éste y en otros lugares los bomberos de todas las
compañías arriesgan sus vidas combatiendo el fuego y los disparos de los saqueadores. Los desmanes adquieren tal magnitud que la masa
descontrolada ataca los piquetes de marinería extranjera que colabora en la imposición del orden. Incluso, algunos navíos de la armada
nacional son atacados en los muelles, por grandes muchedumbres. Las víctimas de esta noche de terror ascienden a los trecientos.
Cadáveres que retiran de las calles algunas organizaciones benéficas y las compañías de bomberos. Entre los cientos de heridos se
contabilizan una decena de italianos, junto con la muerte de Lorenzo Barchesi, sorprendido por un grupo de exaltados en plena vía
pública y Juan Bautista Ferro, herido por un tiro de fusil en la misma puerta de su negocio
.
Uno de los siniestros más devastadores ocurridos a fines del siglo XIX, afecta a la Sociedad Musical Roma, cuyo edificio de
estilo colonial, se ubica en la calle Condell. En la madrugada del 23 de mayo de 1897, estallan las llamas en la sede de esta
institución que al estar construido en madera, rápidamente, arde. Resulta destruido por completo el amplio salón donde la comunidad
italiana efectúa sus reuniones y fiestas.
A partir de los primeros años del siglo XX, los sestinos
inician una campaña para importar un moderno carro bomba que les permita
combatir en mejores condiciones los frecuentes incendios que se declaran, con tanta frecuencia.
El nuevo siglo encuentra al puerto con renovados bríos. Se inician algunos proyectos que significan levantar nuevas edificaciones para
conmemorar el próximo centenario, luciendo otro talante. Sin embargo, el progreso de la ciudad se ve frenado de modo abrupto, la noche
del 16 de agosto de 1906. Cuando muchas familias terminan de cenar y otras se preparan para el descanso del día: un fuerte sismo remece
la ciudad durante más de 60 segundos, provocando escenas de pánicos entre sus moradores. Muchos no abandonan sus hogares y eso resulta
fatal, puesto que minutos después un nuevo movimiento telúrico, ahora con mayor duración e intensidad, deja la urbe en el suelo.
Lo que no es derribado por el sismo es destruido por las llamas. Decenas de incendios estallan tanto en el plano como en los cerros.
Arden, por ejemplo, el Palacio Lyon, el Liceo N° 1 de Hombres, el Liceo de Mujeres –en construcción en la Avenida de las Delicias– y
muchas construcciones ubicadas en las quebradas Bellavista y Yerbas Buenas. Entre los pocos edificios que resiste en pié: el cuartel de
la sesta
, recinto que después recibe a los voluntarios de la 3ª. compañía Bomba Cousiño, permitiendo que los voluntarios de ambas
compañías colaboren en la extinción de los números focos de fuego, la mantención de orden público, el rescate de personas atrapadas
bajo los escombros y el albergue de numerosos damnificados.
Días después llegan bomberos de Santiago y otras localidades. Entre las instituciones destacadas por su espíritu de servicio: los
bomberos de Talcahuano pertenecientes a la Compañía Italiana Umberto I
. Por la labor desplegada durante esta emergencia la sesta
se
hace acreedora al título de benemérita
otorgado por la comandancia del cuerpo de bomberos porteña, en tanto, el Presidente de la
República, reconoce públicamente el meritorio trabajo efectuado por los voluntarios italianos y la colonia residente.
En víspera de las celebración del primer centenario de la república, la Sociedad Patriótica Italiana, asume la responsabilidad
de encontrar un terreno para levantar el cuartel definitivo para la sesta
. De este modo, se consigue la propiedad ubicada en la calle
Independencia esquina de General José María de la Cruz que es donada por la familia Bordignon, donde se proyecta el edificio diseñado
por el arquitecto Ettore Petri en 1909. Dos años después, el 4 de julio de 1911, se realiza la inauguración solemne del nuevo
recinto, con la asistencia de los más caracterizado de la colonia, autoridades locales y parte de la tripulación y oficiales del crucero
italiano Etruria de visita en la ciudad. También, durante el transcurso de este año, en el mes de julio, los sestinos
–por gestiones
de la comisión bomba
y el aporte de la colectividad–, reciben la primera autobomba –bautizada como Bartolomé Solari– a bencina
que llega al país.
El 3 de mayo de 1914, se declara un feroz incendio en el pasaje Ross. En el combate a las llamas intervienen todas las compañías de
bomberos de Valparaíso. La sesta
opera con la nueva autobomba, pero a causa de la magnitud del siniestro deben colaborar algunos
marinos de los buques Almirante Lynch y Condell. Entre los edificios afectados se encuentra el Palacio Dazarola. Decenas son las
víctimas fatales que se descubren con las primeras luces del día.
Al desatarse la guerra europea
muchos inmigrantes y algunos de sus hijos responden al llamado de la patria lejana. El patriotismo se
manifiesta en todas las regiones donde viven italianos y en el puerto no puede ser menos. Y la hueste de la sesta
se ve disminuida
porque muchos de sus voluntarios marchan rumbo al teatro del conflicto. Entre quienes viajan están Juan Montiglio, Humberto
Gaggero, José Pendibene, Ezio Schiatino, Carlo Marchese, Nicola Macchiavello, Arturo Bordignon,
Carlo Lagna, Enrique Boero y Américo Cima. Alrededor de diez voluntarios de la Compañía de Bomberos Cristoforo
Colombo, viajan a combatir y cinco de ellos rinden la vida en defensa de su nación. Concluida la guerra muchos retornan a su segunda
patria y a medida que regresan son nombrados miembros honorarios
. Entre quienes retornan están Humberto Gaggero en 1918 y,
muchos años después, Víctor Montiglio.
Antonio Gotelli fue un bombero fundador de la Sesta nacido en Cerdeña en 1824.
Establecido en Valparaíso, sintió el llamado de sus coterráneos patriotas italianos para fundar la Sexta Compañía de Bombas que
portaría la bandera italiana 3 años antes de la unificación del Reino de Italia. Así es como el 23 de enero de 1858 Antonio
Gotelli participa en la sesión solemne de fundación, teniendo una activa vida bomberil en cada acto de servicio y en cada
actividad durante los primeros años de la naciente compañía.
Casado y con una numerosa familia, Antonio celebraba en la caserma la proclamación del Reino de Italia el 17 de marzo de 1861,
cerrándose así un largo periodo en la historia italiana con la unificación de los distintos reinos de la península en un solo
país, lucha en la que alguna vez Gotelli también participó junto a Garibaldi.
Durante los primeros días de abril de 1862, Antonio Gotelli sufría un fuerte resfrío lo cual no le impidió cumplir con su deber
cuando el 4 de abril las campanas llamaban a los bomberos por un gran incendio en la calle San Juan de Dios (Condell) a un
costado de la Plaza de la Victoria.
La Sesta con su cuartel cercano a la plaza, fue la primera compañía en llegar al violento incendio que afectaba las propiedades
ubicadas entre las calles Molina y Huito. La bomba a palancas Cristóbal Colon
fue puesta en la playa, por aquel entonces
detrás de la actual Plaza Simón Bolívar y desde allí bombeaba el agua a dos chorros que trabajaron por la calle Salvador Donoso
para evitar la destrucción de la cuadra completa.
A pesar de su condición, Gotelli trabajo sin descanso durante las largas horas de la madrugada bajo el agua de los chorros y el
frio amanecer. Cabe señalar que durante el trabajo en este incendio, tres auxiliares de la Sesta resultaron heridos Pedro
Moreno, Nicolás Torres y Ángel Torres. A las 5 de la madrugada, la Sesta recibe orden de retirarse del lugar amagado habiendo
cumplido su misión de evitar que más viviendas resultaran afectadas por la calle del Teatro (Salvador Donoso). Antonio Gotelli
se devuelve a su hogar sin saber que este sería su último incendio. Su fuerte resfrío se transforma en una fulminante neumonía
que dos días después le quitaría la vida.
Antonio Gotelli fallece el 6 de abril de 1862 a las 6 de la tarde en su hogar, producto del agravamiento de su enfermedad
durante el incendio de la calle San Juan de Dios, frente a su esposa y familia.
El entonces Director de la Sesta Agostino Solari solicita inmediatamente que el Directorio de la Asociación Contra Incendios
declare a Antonio Gotelli como Mártir de la institución, solicitud que fue rechazada ya que, a consideración del Directorio,
Antonio no falleció a causa directa del incendio sino que a raíz del agravamiento de una enfermedad anterior. Ante esto, si se
autoriza a que su funeral se efectúe con todos los honores respectivos a los de un mártir muerto en acto de servicio.
Al día siguiente, el 7 de abril, todas las compañías se encontraban en formación para despedir al bombero caído, saliendo el
cortejo con antorchas desde el cuartel de la Sesta en calle Aldunate con Psje. Lira detrás de la Iglesia Espíritu Santo,
pasando frente a los escombros humeantes del mismo incendio que le había quitado la vida.
155 años después, en conmemoración del 160 aniversario de la Sesta, el 24 de septiembre de 2017, en la misa de los mártires
sestinos, Antonio Gotelli es declarado Mártir de Compañía muerto en acto de servicio el 6 de abril de 1862, saldando una deuda
histórica con nuestro bombero fundador.
Muerto en acto de servicio el 25 de septiembre de 1881.
Un pavoroso incendio con la complejidad del tremendo viento del sur que azota al puerto, consumía una población del cerro
Cordillera. La topografía del lugar hacía muy difícil, o casi imposible, las maniobras de la Compañía. Por otra parte, la
confusión era enorme y las pertenencias del vecindario obstaculizaban la acción en la calle del Castillo. El agua de pozo
era escasa; se necesitaba hacerla llegar desde la misma Plaza Municipal (Echaurren), con gran sacrificio bombeándola desde
la bomba a palancas Cristóbal Colon
. Forno fue uno de los voluntarios encargados de llevar el pesado material cuesta
arriba. Había efectuado varios viajes de acarreo, subiendo por tortuosas laderas. El esfuerzo era superior a la capacidad de
un hombre corriente. Dos caballos desbocados, que huían del fuego, habían embestido a Forno causándole graves heridas, pero
su esfuerzo era solamente explicable por la fortaleza de un gran espíritu. Estando herido continuo su trayecto subiendo un
pesado gallo portamengueras.
De pronto estalla una tremenda explosión de nuevas llamaradas que arrastra tizones, chispas y escombros. Forno se pliega sobre
sí mismo debajo del peso de sus arreos en el paroxismo de sus esfuerzos. Un lanzazo en el pecho, lo tumba el suelo en el sueño
dulce y apacible de los justos... el corazón no pudo resistir lo que su espíritu. El italiano muere en la empresa.
La iglesia La Matriz se hizo demasiado estrecha para contener a toda la colectividad en la misa de réquiem. Lo mismo ocurrió en
el cuartel de la Compañía, a donde fueron transportados sus restos con una guardia de honor. Con la concurrencia de todo el
Cuerpo de Bomberos Valparaíso y de los delegados de Compañía y autoridades de Bomberos Santiago, a las 8 de la noche del día
siguiente, en impresionante ceremonia bomberil, a la luz de las antorchas el cortejo condujo los llorados despojos al mausoleo
de los héroes del Cuerpo de Bomberos, rodeados del dolor de una multitud de porteños que no dudaron en salir a despedir al
bombero mártir. Expresaron su sentir en el camposanto el Intendente de Valparaíso Alberto Edwards y otras personalidades,
mientras agradecía a nombre de la Sesta su Director Angelo Minetti.