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Sociedad de Socorros Mutuos Unión Italiana (Società Italiana de Beneficenza)

Entre las primigenias organizaciones fundadas en Chile están las Sociedades de Socorros Mutuos. Estas asociaciones, en el caso particular de los inmigrantes, amén de poseer los propósitos naturales de asistencialidad, pretenden mantener los vínculos entre los integrantes de la comunidad residente y conservar la identidad nacional de sus socios, en su mayoría, nacidos en la peninsula y algunos de sus descendientes.
En cuanto a las prestaciones, estas se orientan a brindar auxilio y protección a sus afiliados ante una enfermedad, accidente invalidante, o en la situación extrema del fallecimiento. Y para ello, deben contar con una “caja social” generada y mantenida con el aporte directo de todos quienes forman parte de ella. Los recursos económicos existentes, no sólo permiten financiar los beneficios que otorga la sociedad, sino que también hace posible la adquisición de una sede y la construcción de un mausoleo en el cementerio de la localidad.
Dos destacados profesionales que logran cierto reconocimiento social y éxito ecónomico forjan esta sociedad mutual. El mérito le corresponde a Vicente Olivieri, médico de profesión y el florentino Pedro Sepp, farmaceútico. Ambos personajes visitan a lo más granado de la colonia hasta que en 1856, reunen a un nutrido grupo de connacionales y en una asamblea, nace Società Italiana de Beneficenza que, posteriormente, da origen a la Sociedad de Socorros Mutuos Unión Italiana.
Esta agrupación debe su existencia a un núcleo de comerciantes y empleados que requieren de una institución que les ofrezca auxilio ante la eventualidad de alguna enfermedad, accidente laboral o defunción. Y para hacer frente a estas riesgo, se torna forzoso establecer alguna forma simple de protección "previsional" para que la familia del afiliado no se encuentre desprotegida. A la par, interesa ofrecer ayuda monetaria –préstamos– a quien lo requiera. La acción de la "Beneficenza" abarca a los moradores de Valparaíso y Viña del Mar.
Durante la época inicial, su estructura es muy simple. La dirige un presidente secundado por cuatro directivos: vicepresidente, secretario general, vicesecretario, y cierra la nómina, un tesorero. Colaboran con este cuerpo colegiado un número variable de directores y funciona con los aportes mensuales de sus socios –cuotas sociales– más algunas donaciones voluntarias.
Con el correr de los años y en la medida que la colectividad crece, se vuelve vital reforzar su composición administrativa. Los miembros pasan de algunas decenas hasta más del centenar. De este modo, hacia 1871, se produce la reestructuración completa de la institución y, como resultado de ello, surge la Sociedad de Socorros Mutuos Unión Italiana, dotada de estatutos y de un reglamento interno, instrumentos que pretenden regular y orientar la participación de sus integrantes. Al mismo tiempo, se aspira a imponer normas disciplinarias claras a todos los asociados.
Entre sus principales disposiciones se insertar el declararla "abierta” a todos los italianos residentes en Chile, incluyendo a quienes se afincan en naciones vecinas –Perú y Bolivia–; también, se consigna el rechazo a todo tipo de exclusión por razones religiosas, políticas o "localistas". Este último aspecto, contenido en los estatutos, representa una característica propia de las organizaciones existentes fuera de la patria, puesto que el nacimiento de ellas se relaciona con la conciencia de grupo de una comunidad afincada en el extranjero. Por lo tanto, estas sociedades tienen como uno de sus objetivos fundamentales contribuir a robustecer los lazos "nacionales y étnicos" ofreciendo, amén de ayuda mutua y apoyo –refuerzan los nexos económicos y personales, amparados por el parentesco, amistad y la vecindad local o regional– un sitio de encuentro donde rememorar los usos y costumbres del lugar de origen, junto con preservar la lengua. Otra de las particularidades notables portada por la "Unión Italiana" y que, posteriormente, se hace carne en todas las instituciones itálicas fundadas en el país: el predominio indiscutible del "pensamiento mazziano". Es decir, el compromiso mayoritario de los inmigrantes con la causa de la unificación de la patria lejana.
Al comenzar el siglo XX, la influencia de la sociedad disminuye como consecuencia de su incapacidad organizativa para enfrentar los nuevos desafíos. Los servicios de asistencia mutua, las actividades recreativas y la orientación “mazziana” ya no satisfacen a las nuevas oleadas de inmigrantes. En consecuencia, la decadencia es progresiva, aún cuando sobrevive algún tiempo más, no es menos cierto que su influencia en la comunidad se va extinguiendo, paulatinamente.

Fuente: Carlos Díaz G. Origen y desarrollo de la Colonia Italiana de Valparaíso. 1850-1918.


SOCIETA' DI BENEFICENZA ITALIANA

Fue fundada el 4 de setiembre de 1856 y, aún cuando su finalidad estaba restringida a un número relativamente escaso de personas, debe ser considerada como la primera Sociedad constituida por italianos en Valparaíso y, además, en todo Chile.
Estaba formada por 48 integrantes que eran socios, empleados o clientes de la fir-ma comercial SOLARI Y BRIGNARDELLO; su objetivo fue la ayuda mutua. Tuvo el mérito de dejar asentado el principio de solidaridad humana principio que, al generalizarse, fue la base de la formación de una institución más amplia, la SOCIETA' DI MUTUO SOCCORSO UNIONE ITALIANA. Su primer directorio fue el siguiente: Dr. Vicente Olivieri presidente; Pedro Sepp vicepresidente; Enrique Curti secretario-tesorero; Pedro Billa, Juan Bautista Debar-bieri, Emilio Longhi, Agustín Solari y Antonio Solari consejeros.
Entre sus fundadores figuran, además de los anteriores, Juan Bautista Billa (padre), Juan Bautista Billa (hijo), Nicolás Brignardello, Juan Bautista Cichero, Antonio Costa, José Curletti, Antonio Dagnino, José Ferro, Pedro Maldini, José Pellissa, Nicolás Rondanelli, B. Schiattino, Nicolás Solari, Joaquín Vaccaro y Pedro Zolezzi.

Fuente: Noziglia B., Luis. Instituciones italianas en Valparaiso y Viña del Mar. Santiago de Chile, "Presenza", 1993, pág. 6.

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