La Colonia Italiana en Tacna (1850-1918)

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Perú al igual que otros países ubicados en la vertiente del Pacífico –como su vecino del sur, Chile– no recibe un monto relevante de inmigración europea. La mayoría de las naciones de la cuenca del Pacífico hacen grandes esfuerzos por atraer y establecer en su territorio importantes contingentes de población del viejo continente, sin gran éxito.
En víspera de concluir el siglo XVIII y de acuerdo con los datos del censo practicado en 1775, la colonia italiana en Perú ocupa el primer lugar entre los europeos residentes. La mayoría de ellos están dedicados al comercio marítimo, forjando importantes fortunas. Otros peninsulares se ocupan en actividades económicas más modestas en albergues, fondas, bodegas, panaderías, pulperías y talleres donde se emplean elaborando madera, plata o mármol. Un estudioso de la inmigración peruana, 1afirma que entre los pioneros de la moderna inmigración están dos comerciantes ligures que arriban en la primera década del siglo XIX y que se radican en el puerto del Callao. Ellos son Antonio Dagnino que llega en 1802, y Félix Valega que se establece en 1806. Este último inmigrante consigue amasar una inmensa fortuna que le permite financiar la construcción de la Catedral de esta ciudad.2
El impulso definitivo para la inmigración italiana en Perú lo da el boom del guano –a partir de 1845–, mientras que en la provincia de Tarapacá, el estímulo está relacionado con el auge económico generado en torno a la explotación del salitre. Y así lo confirman los datos del censo practicado en 1876, donde se establece que la cantidad de domiciliados, de acuerdo con este censo, llega a 63 italianos, modesta cantidad que tal vez no explique la fundación en 1867 de la Sociedad Italiana de Beneficencia, orientada a la protección colectiva y cuyo principal promotor es José Vaccaro. Con toda seguridad, el número de avecindados en la localidad es mayor, pues hacia 1870, la autoridades italianas deciden abrir un vice consulado o agencia consular, debido a la notable presencia de población en esta jurisdicción.
Los primitivos inmigrantes que se instalan en el pueblo lo hacen alrededor de mediados del siglo XIX, comenzando a realizar actividades vitivinícolas, es decir, cultivando vid y construyendo bodegas. Entre las familias vinculadas con esta actividad y que fijan residencia están los Gianelli, Cuneo y Bartesaghi. Al mismo tiempo, ellas son las responsables de la introducción de las pastas como los ravioles y los ñoquis; amén de platos como los fideos al pesto, el menestrone o el tradicional panetón genovés y otros productos gastronómicos que la comunidad tacneña adopta en su dieta, desde fines del siglo XIX.
La mayoría de los italianos que habitan en la ciudad son ligures, originarios de Génova, Imperia y La Spezia.
El 20 de marzo de 1869, una epidemia de fiebre amarilla se arroja sobre la población. Un órgano de prensa local, asegura que aquel mes se sepultaron más de 400 cadáveres dejando practicamente desértica a la ciudad.
Años después, superada la emergencia el pueblo retoma su incesante actividad y los extranjeros lideran el desarrollo comercial destacando José Palmieri, Pedro Bollo y José Gnecco, afincados desde alrededor del año 1875. Asimismo, este año, la comunidad itálica avecindada adquiriere importancia y, ello queda de manifiesto, a propósito de la visita que realiza el General Mariano Ignacio Prado, el 3 de noviembre –en gira por la región y en el marco de su campaña presidencial–, fecha en que es recibido por la comunidad y el principal discurso lo efectúa José Buttafuoco quien, a nombre de la Colonia Italiana, dio la bienvenida y saludó a Prado.

La guerra del salitre y las reclamaciones italianas

Declarada la guerra entre Chile, Perú y Bolivia, la provincia de Tarapacá experimenta los más graves daños, producto de las acciones bélicas acaecidas en su territorio. A partir del bombardeo a Pisagua -el 18 de abril de 1879- los extranjeros, especialmente, italianos comienzan a ser víctima de los combates que provocan graves destrozos en sus bienes. Al menos existe constancia respecto de Luis Cuneo quien a consecuencia del cañoneo padecido por este pueblo -antes de la ocupación por fuerzas militares chilenas- soporta graves perjuicios en sus posesiones. Cuneo es natural de Chiavari.
Muchos son los que presentan demandas ante el Tribunal Arbitral ítalo-chileno –se afirman que llegan alrededor de 440 solicitudes–, creado para atender los reclamos gestados a consecuencia del conflicto y que provocan víctimas inocentes, pérdida de instalaciones, propiedades y negocios de súbditos italianos y de otras nacionalidades. Este organismos funciona en Santiago, desde abril de 1884 y hasta enero de 1888. Lo integran un representante del Emperador de Brasil, un personaje nominado por el Presidente de la República de Chile y un delegado del Rey de Italia.
Los primeros que presentan cargos son Felipe Massardo, propietario de la oficina salitrera Solferino, Pedro Perfetti –uno de los personajes de mayor fortuna amasada en el negocio del nitrato natural–, y Juan Bautista Rossi. Después se agregan las peticiones de otros personajes, en su mayoría, con residencias en Tacna, Arica, Iquique y Pisagua.
Pese a los desacuerdos que suscitan las variadas exigencias, se concluye por admitir 67 solicitudes de indemnización. Y entre quienes reciben pago está Luis Cuneo que logra del estado chileno la cantidad de 8 mil libras esterlinas, con un interés del 6%, contados desde el 18 de abril de 1879 y hasta la fecha del fallo, casi una década después.
Consumada la victoria en el Alto de la Alianza -el 26 de mayo de 1880- las tropas chilenas toman la ciudad de Tacna y con la entrada de las primeras avanzadas de soldados –algunos piquetes se encuentran sin la tuición de sus oficiales–, comienzan los abusos en contra de la población civil y el saqueos a pulperías y negocios en su mayoría de ítalos. La primera víctima fatal ocurrida en la plaza es el peninsular Rafael Rossi, objeto de los excesos de un escuadrón de Carabineros de Yungay que incendian su casa-habitación. Igualmente, se da cuenta del siniestro provocado en el almacén de propiedad de Leopoldo Ricciarelli. Otro afectado por la violencia de la tropa es Juan Gabba, cuya residencia es asaltada por un grupo de soldados y que salva su vida huyendo por los tejados. En este incidente resulta gravemente herido José Fetta. Gabba es un destacado personaje de la colectividad. Ejerce como constructor y levanta varias casonas y otras construcciones que renuevan el rostro de Tacna. Abandona la ciudad en 1900.
Un suceso de gravedad, ocurre después de la batalla del Alto de la Alianza, colocando en peligro la integridad física del Agente Consular en Tacna Juan Raffo, quien con el afán de proteger a sus compatriotas y a otros extranjeros, dispone que la sede consular se convierta en refugio para protejer alrededor de 500 personas. La residencia es allanada por tropas chilenas con el pretexto de buscar soldados peruanos fugitivos, situación que genera la condena del cuerpo diplomático acreditado en Perú, encabezado por Juan Viviani, a la sazón Cónsul General de Italia en dicho país. Se agrega que resultaran heridos en confusos incidentes otros italianos: Jacobo Parodi –natural de Piazza, provincia de Génova–Gaspar Colli y José Fetta –a quien ya hemos hecho referencia–, que eran empleados de casas comerciales asaltadas e incendiadas por los invasores el 26 de mayo de 1880.
Otra de las interpelaciones es efectuada por Tomas Macchiavello, que vive en la ciudad y es dueño de un almacén y arrienda una chacra. Durante los días 28 y 29 de mayo, sufre el robo de los animales que mantiene en sus tierras y su emporio es saqueado y destruido, pese a que ha hecho saber la calidad de neutral y extranjero, enarbolando la bandera italiana, la misma que fue hecha pedazos por los militares chilenos. Tomás es oriundo de Rapallo.
Lidera las protestas el agente gubernamental italiano residente en la ciudad, insistiendo que las principales víctimas han sido aquellos ciudadanos extranjeros que habitan en las afueras de la ciudad. Muchos de ellos tuvieron que lamentar el saqueo de sus bienes, i casi todos reclamaron de la misma forma. Los reclamantes italianos de Tacna son setenta i cinco, i el importe de los perjuicios denunciados asciende a soles plata 274.684. Y la crítica de las comunidades foráneas no se hace esperar, concretándose en la redacción de una queja colectiva rubricada por todos los cónsules extranjeros con asiento en el pueblo y fechada el 30 de mayo de 1880. Entre los firmantes están los representantes de Austria y Hungria, Alemania, Argentina, Estados Unidos, Brasil y, obviamente, Juan Raffo, Agente Consular de Italia.
Por último, consignemos el reporte realizado por el agente del gobierno italiano acreditado en Perú, Roberto Magliano que efectuando un balance de la situación –el 13 de enero de 1882–, sostiene que a consecuencias de las acciones bélicas, fallecen en diversas circunstancias 13 súbditos penínsulares, mientras que con heridas de distinta gravedad resultan otros 4 italianos.
De igual modo, y también en relación con la guerra, encontramos la petición del máximo representante del Reino de Italia acreditado en Perú, en el sentido de requerir que su gobierno envie al teatro del conflicto, barcos de guerra para proteger las vidas y los intereses de los italianos. No obstante, la autoridad real sólo despacha tres naves menores, gesto que decepciona a la colonia que estaba esperanzada en el envío de por lo menos un poderoso buque de guerra

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La comunidad itálica después de la guerra del salitre

Concluida la guerra y en virtud del Tratado de Ancón –suscrito en octubre de 1883–, el territorio comprendido entre la quebrada de Camarones y el río Loa, vale decir, la provincia de Tarapacá es anexada por Chile. Mientras que Tacna y Arica quedan bajo la tutela, también del estado chileno, durante una década hasta que Expirando este plazo, un plebiscito decidirá, con votación popular, si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente del dominio y soberanía de Chile, o si continúa siendo parte del territorio peruano. Aquel de los dos países a cuyo favor queden anexadas las provincias de Tacna y Arica, pagará al otro diez millones de pesos moneda chilena de plata o soles peruanos de igual ley y peso de aquella.
Esto significa que Bolivia pierde la provincia de Antofagasta y su litoral, mientras que Perú obligadamente debe entregar a Chile la provincia de Tarapacá en forma perpetua, así como las localidades de Tacna y Arica por el lapso de una década que, por diversas circunstancias, terminan extendiéndose a cuarenta y cinco años. La población peruana en la región queda en una suerte de limbo y las autoridades chilenas regularizaron su situación mediante la ley del 31 de octubre de 1884, que les permitía conservar su nacionalidad siempre y cuando se registraran en las municipalidades antes de doce meses. Por tanto, es dable pensar que los extranjeros, incluyendo a los hijos de Italia, no deben tener dificultades para conservar su ciudadanía.
--En este contexto signado por la ocupación chilena los italianos continúan con sus actividades comerciales en que el despacho atendido por una madama caracteriza muchas esquinas de la ciudad. Pero, no sólo están presentes con el almacén de abarrotes de modestos recursos de capital. También, ingresan a las demás actividades económicas, especialmente, después de la retirada de los empresarios ingleses, franceses y alemanes. De esta manera, la comunidad itálica se convierte en la verdadera dueña de Tacna, controlando el comercio y las finanzas desde el Banco de Tacna, institución que les permite beneficiarse con dinero fresco para invertir en proyectos industriales y mineros, junto con otorgar créditos a comerciantes de Arica y la región.
Con el fin de la época dorada de la exportación del guano y el término de la guerra, el flujo migratorio se detiene. De modo que los recién llegados al Perú y a la región de Tacna y Arica –ambas ciudades en manos chilenas–son parientes de los ya establecidos.
Antes de cerrarse el tribunal ítalo-chileno –25 de enero de 1888– y que algunos peninsulares obtengan compensaciones por los daños ocasionados a su patrimonio durante el desarrollo de la guerra del salitre, vuelven a experimentar nuevas zozobras, debido al conflicto civil de 1891. Al menos en la región de Tacna y Arica –durante los días 6 y 7 de abril– se ven afectados por saqueos los comerciantes Alberto Focacci, Vicente Merenda, José Beninca, Felice Pastori y Juan Monti. Por lo tanto, estos sucesos dan origen a nuevas denuncias y reclamaciones.

Primeras décadas del siglo XX

Al finalizar el segundo decenio del siglo XX, hallamos un numeroso núcleo vinculado a las más diversas actividades comerciales. Sólo como una manera de ilustrarlo, mencionamos algunos de ellos. En el ramo de abarrotes, es decir, almacenes o despachos –ubicados en la mayoría de las ocasiones, en esquinas de bocacalles– encontramos los locales de Domingo Abruzzese –además este comerciante aparece como poseedor de una peletería–, Atanasio Anastasi, Antonio Bacigalupo, Juan Bacigalupo, Marcelino Bacigalupo –éste empresario tiene una fábrica de bebidas gaseosas y una de fideos–; otros negociantes son Pedro Noé Bacigalupo, Antonio Bartesaghi, Luis Bartesaghi, José Batto, Camilo Bergamini, Juan Bernardi, Eugenio Bisso, Atilio Clemente, Armando Chia, Víctor Coda, Carlos Damiano, Juan Dapino, Juan Ferreto, Domingo Giglio, José Lombardi, Juan Lombardi, Pascual Lombardi, Antonio Luongo, Damizno Luongo, Rocco Luongo, Humberto Macchiavello, Benedetto Manniello, Francisco Onetto, Tomás Parodi, Pedro Pessino, Assunto Polarolo, Juan Queirolo, José Reppeti, Pedro Sivona, Manuel Solari, Juan Steccone, Mario Valente, Juan Viacava y Zampillo Zefferino. Entre los agricultores identificamos a: Juan Bartesaghi y José Costa; y como firmas en la misma área están: Caselli e Hijos y Rossi Banchero y Cía. –que también es una empresa dedicada a la distribución mayorista de frutas y verduras–; mientras que es patrono de una fábrica de bebidas gaseosas Humberto Coda. Una casa de préstamos es posesión de Batto y Cía. En tanto que mantiene una fábrica de carrocerías Carlos Lombardi. Por su parte, ejerce como dentista el peninsular Juan Pescio. Y como no puede ser diferente las fábricas de fideos están en manos de dos italianos, uno citado más arriba y, otro es José Carlevarino. Un local dedicado a la fotografía, pertenece a Alfredo Raiteri. En la esfera hotelera se cuentan los establecimiento de los empresarios Lorenzo Barbera, Celasio Veristain –Hotel Raiteri– y los hermanos Castagneto con el Hotel plebiscitario. En la ejecución de obras ingenieriles es posible identificar las siguientes empresas: Julio César Fantappié, Canepa y Cía., y Visconti Hnos., ésta última compañía también cuenta con una tienda. Con un establecimiento dedicado a la comercialización de madera y barraca, aparece la empresa de la viuda Ghigliotti gerenciada por su hijo. Como médico cirujano ejerce José Messina. En tanto, Aurelio Podestá, mantiene un taller de mueblería y José Gherra una panadería. Un restaurants permanece en manos de José Noceto. Mientras que poseen talleres de sastrería José Barbera y Juan Raiteri que también mantiene una tienda; en esta misma esfera, vale decir, recintos catalogados como tiendas destacan los establecimientos de Juan Bollo, Capellino Hnos., Pascual Espósito, Pescetto Hnos., Luis Rolando, Guido Tuvo –también, figura con una zapatería– y Visconti Hnos.
Por estos años, dos grandes casas dominaban el comercio local. Los clanes Canepa y De Ferrari se respetaban y no interfieren en los terrenos conquistados por el otro.
Aún en los principios de la segunda década del siglo XX, la colonia italiana asentada en Tacna es numerosa, entre los principales apellidos que es posible indicar están los Casaretto, Banchero, Lercari, Queirolo, Giglio, Pessino, Cuneo, Rochetti, Gnecco, Bollo, Martignoni, Pollarolo, Bacigalupo, Guerra, Nolli, Rossi, Pescetto, De Laudi, Canepa, De Ferrari, Parodi, Capellino, Gianelli, Visconti, Peirano y Denegri, entre otros. Al finalizar el segundo decenio del siglo XX, descubrimos una de las figuras de mayor prestigio: Dante Abelli.

Fuente: Carlos Díaz G. Origen y desarrollo de la Colonia Italiana en el Norte Grande de Chile: 1850-1918