Al promediar el s. XIX, Valparaíso era la puerta para la mayoría de los extranjeros, en especial europeos, que entraban al país. En el decenio comprendido entre 1827-1837,
recalaron numerosos barcos procedentes de la península. Existe constancia de alrededor de 34 navíos “de los cuales solo uno es de bandera napolitana y el resto es de
origen sardo”.(1) Por ello, es dable pensar que marineros sardos, desertores de sus embarcaciones, comiencen a radicarse en el puerto, engrosando la comunidad avecindada
que sigue la ruta del Atlántico y que dependiendo de la suerte u oportunidades –en Buenos Aires o Montevideo–, deciden arriesgarse y cruzar el macizo andino para llegar a
Chile. La mayoría de los casos que eligen este audaz salto de Los Andes responden al llamado de algún familiar, amigo o paisano asentado en el país.
La génesis de la colonia italiana, no varía de manera sustancial con el origen de las comunidades de ingleses y franceses. Vale decir, una vía de asentamiento de los hijos
de Italia está relacionada con el abandono de las naves que los conducen hasta costas chilenas. Otros llegan utilizando sus propios medios y de manera espontánea, asumiendo
el riesgo de radicarse en un territorio al margen de la corriente migratoria principal. En esto juegan rol importante las noticias de familiares, amigos y coterráneos que
propagan las buenas nuevas y crean expectativas en torno a la resolución de radicarse. A la par, desembarcan mercaderes del norte de Italia que inician relaciones con otros
comerciantes arraigados en el puerto y, en conjunto, explotan nuevos negocios. Inclusive, algunos de estos hombres de negocios participan en aventuras corsarias. Otros
armadores inauguran el primer servicio de transporte naviero entre los puertos de Valparaíso y Callao, en Perú.(2)
En general, el arribo de población europea a Chile es escaso. El país no tiene una posición geográfica ventajosa para captar a los grupos que cruzan el Atlántico para
establecerse en América. Junto a esta condición periférica, se está fuera de las vías que conectan con el viejo continente, además no posee riquezas que originen actividades
productivas demandantes de gran cantidad de mano de obra y que, por su parte, estimulen a los patrones locales a cancelar salarios atractivos para campesinos y obreros
europeos. La economía chilena, durante la segunda mitad del siglo XIX, no cuenta con capacidad para captar el interés de miles de forasteros que alcanzan el nuevo mundo. Solo
algunas decenas de trabajadores europeos son contratados por empresarios nacionales.
Origen y desarrollo de la Colonia Italiana en Valparaíso: 1850-1918.